jueves, 8 de marzo de 2007

¿Se peleará la Argentina con los Estados Unidos?

La actitud oportunista de Néstor Kirchner, que en vez de pensar en políticas a largo plazo para fundar estructuras sólidas que sostengan la economía de su país, busca colocar parches con dinero prestado de Venezuela para mejorar la situación del momento con miras a las próximas elecciones generales, puede ocasionarle un alejamiento de Estados Unidos con tristes consecuencias para la Argentina.
Su acercamiento al presidente venezolano, -por más que se diga que es de carácter comercial-, involucra compromisos políticos que en determinado momento deberán cumplirse. Si no, Chávez no le daría un peso. Hasta el momento el presidente argentino ha mantenido buenas relaciones con los Estados Unidos, pero tomando en cuenta que: “los amigos de mis enemigos son mis enemigos”, los vínculos con la Casa Blanca pueden cambiar.
El corazón socialista de Kirchner está más cerca de Chávez que de Bush. El presidente argentino es un gran admirador de la autocrática política expansionista venezolana. Aplaude fervorosamente las medidas de Chávez y Morales, y su ancestro peronista hace que quiera quedarse en la Casa Rosada el tiempo suficiente como para que sus hijos también formen parte de la dinastía gobernante que desea implantar con su esposa.
Al estrechar su amistad con Chávez y sustentar a Morales, pone en riesgo la libertad y la paz sudamericana. En Enero, durante los últimos choques en Bolivia, su gobierno manifestó solidaridad con Evo y advirtió con que: “La Argentina no se quedará de brazos cruzados si hay un enfrentamiento armado en Bolivia que quiera derrocar al presidente Morales”.
La Argentina y Bolivia han estado tradicionalmente ligadas. Durante los años 70, los militares derechistas de ambos países establecieron fuertes relaciones económicas y políticas, al punto que fueron armas del ejército argentino las que se utilizaron en el golpe de 1971 para el derrocamiento del entonces dictador izquierdista boliviano Juan José Torres, posteriormente asesinado en Buenos Aires.
Si hay una guerra fratricida en Bolivia, -que sigue siendo el escenario futuro más probable-, el principal defensor de Morales será Chávez, que está proveyendo de armamento al gobierno boliviano en cantidades nunca vistas y anunció que enviará tropas de apoyo para el nuevo ejército rojo en formación. Si la Argentina se inmiscuye en los conflictos, será para fortalecer a Chávez y a Morales, creando un clima de alta tensión regional, porque ni Chile, Paraguay, Brasil ni Perú –fronterizos con Bolivia-, y menos aún los Estados Unidos, de quien dependen todos, estarán del lado del presidente boliviano a quien miran con creciente y justificado recelo, a medida que va imponiendo su descarriado totalitarismo indigenista y obedece a Chávez incondicionalmente.
En caso de injerencia del gobierno K, en los acontecimientos bolivianos, habrá que ver de qué lado estarán los militares argentinos, usualmente más conservadores que su presidente. Involucrar a la Argentina en las violentas aventuras internas de su volátil vecino, puede ser el final de su ambiciosa carrera política-familiar.
Las movidas de Kirchner se dan en un ambiente circunstancial difícil de definir por su incongruencia. En el plano mundial apoya a Chávez, que está aliado con Ahmadineyad, -ardiente antisemita, anticristiano y antiamericano-, pero en su país mantiene buenos vínculos con la colectividad judía, con la iglesia y la embajada estadounidense. En lo regional apoya a Morales y sus medidas nacionalistas, que amenazan la seguridad y los intereses de empresas argentinas establecidas en Bolivia.
Kirchner es de origen suizo, pero su comportamiento se asemeja al de los franceses. Los suizos no se meten con nadie, pero tampoco piden nada a nadie. Los franceses se revuelcan con todos, en pos de sus “intereses nacionales”. Kirchner sólo tiene intereses personales. Cree que puede mantener al mismo tiempo compromisos con Estados Unidos y Venezuela. Ese es un lujo que pueden darse los suizos y los franceses, pero no los argentinos.

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