domingo, 1 de abril de 2007

Descubriendo a Kirchner

De Paillet "La Nueva Provincia"

El presidente se ha desnudado tal vez como nunca antes en su controversial forma de ser.
Néstor Kirchner parece un hombre cebado y sin límite, dispuesto a todo para imponer su poder allí donde siente que puede haber atisbos de resistencia o amenazas a un estilo que, no de ahora, ha sido advertido como autoritario y desapegado de las más elementales formas de la democracia.
Ha avanzado sin tapujos y desbocado contra el Poder Judicial y contra varios de sus integrantes.
Zamarreó de mala manera a la Cámara de Casación que lleva adelante los juicios a militares acusados de violar derechos humanos. No sólo reclamó a los magistrados que apuren esos juicios: claramente les indicó que sus fallos deben ser condenatorios. No existen para las formas del mandatario nimiedades tales como el elemental derecho a la defensa en juicio.
El presidente y sus principales voceros se han llenado la boca hablando de las bondades del Consejo de la Magistratura, que supone la "carta de independencia" con que el Ejecutivo garantiza a la ciudadanía que los jueces que serán sometidos a un juicio justo por el delito de no acompañar con su acción los tiempos que los organismos de derechos humanos le reclaman a Kirchner, no sufrirán un linchamiento político. ¿Qué independencia puede mostrar ese organismo cuando dos de sus miembros --Carlos Kunkel y Diana Conti-- son jueces y parte y claramente han anticipado su posición a favor de una condena casi sin juicio previo?
Ciertamente, la ciudadanía no debe sentirse tranquila con el funcionamiento del Consejo de la Magistratura, cuando Kunkel se ha permitido públicamente aconsejar a los jueces de Casación que "se vayan a sus casas, que no les va a pasar nada".
Volvamos a Kirchner. ¿Qué seguridad jurídica, o qué tipo de aliento puede existir hacia las inversiones en curso y aquellas que, pese a todas las dudas, todavía podrían venir, en un país donde el jefe del Estado quiere ser al mismo tiempo presidente del Poder Ejecutivo, presidente de la Corte Suprema y dueño del Poder Legislativo? Nadie duda que el Congreso se ha convertido en una mera escribanía que suscribe sin chistar lo que envía la Rosada. El presidente aspira ahora a que la Justicia siga esos mismos pasos. Y al que no le guste, que se exponga al escarnio público.
El presidente avala con su estilo a funcionarios y legisladores como Kunkel o Aníbal Fernández y Guillermo Moreno. El ministro del Interior viene de reclamarle al titular de Casación que le haga un favor a la Patria y se vaya a su casa. Moreno ya se sabe cómo las gasta: la última perlita obra en sede judicial por la denuncia de un funcionario que se negó a seguir sometido a los métodos patoteriles del kirchnerismo, que encarna como mejor alumno el polémico secretario de Comercio.
"Ojalá que a tu familia no le pase nada malo", lo palmeó a modo de saludo, tras recordarle que la única forma de seguir trabajando a su lado era cumplir sin chistar con lo que se le ordenaba.
No parecen todas bravuconadas de un hombre que se cree a sí mismo dueño de la suma del poder público las que motivan las andanadas de Kirchner. Sabe olfatear, como buen político, que hay acechanzas hacia su administración que pueden empezar a jaquearlo. Y nada menos que en un flanco tan caro a sus banderas como la defensa de la transparencia a la hora de gobernar. Kirchner disparó contra la Cámara de Casación no sólo apurado por las urgencias de sus aliados de organismos de derechos humanos, que suelen reclamarle y sin pedir audiencia en su despacho de Balcarce 50 para que apure la condena a los militares acusados. En verdad, hubo bastante de autodefensa luego de enterarse que el tribunal podría avanzar en breve en la atención de una causa escandalosa, como es la del pago de coimas a funcionarios del gobierno para beneficiar a una empresa sueca en la adjudicación de obras para el gasoducto del norte. El presidente ha advertido que la evolución judicial del caso puede comprometer a altos funcionarios del gabinete. ¿Salpicará directamente la investigación al ministro Julio De Vido? Los disparos que provoca el avance de la causa han empezado a pegar cada vez más cerca de la línea de flotación de la nave kirchnerista. Si hay algo que el santacruceño no es, es tonto.
Kirchner sacó pecho en el Salón Sur al denunciar a la Cámara de Casación y sostuvo que no lo van a correr con casos de corrupción en su administración. ¿Habló, sin decirlo, de otra causa emblemática que crece a un ritmo no deseado por el gobierno, que compromete a otro estrecho colaborador presidencial, el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, por el escandaloso sobreprecio pagado en la compra de una veintena de locomotoras usadas?Ese es el Kirchner que aparece en escena. Es dueño del poder, es legislador, es juez. Es gremialista y les dicta a los sindicatos cuánto tienen que discutir en materia de salarios en las paritarias "libres". Es empresario y decide quiénes ganan y cuánto ganan. Quiénes pueden quedarse y quiénes deberían irse. Kirchner fija la rentabilidad de las empresas. Y para el que no se encuadre, siempre tendrá a mano el atril tan temido para denunciar públicamente a todos sus enemigos, entre los cuales persiste en incluir a la prensa independiente que no se somete a sus dictados.Todo vale en campaña electoral, en especial si algunos nubarrones podrían aparecer en la marcha triunfal del gobierno hacia una victoria en octubre, como esos casos de corrupción que pueden producir un tembladeral en el ánimo de una ciudadanía escaldada por los vicios de la política vieja y de la política nueva.
Por eso, el presidente ha salido a apretar al límite. Dicen que ahora irá por la empresa Shell, en el marco del nuevo discurso nacionalista sobre soberanía y argentinidad que ha disparado la recordación de un nuevo aniversario de Malvinas. Esa embestida se dará en el medio de los ampulosos gestos del gobierno para enemistarse con Gran Bretaña en medio de la puja de soberanía, con medidas que claramente no tienen ningún efecto práctico, como la anulación de los contratos petroleros con el Reino Unido, y mucho de fuegos de artificio para los medios y cortinas de humareda para ocultar otras verdades.
No es lo único: en el ministerio de Julio De Vido y en la Casa Rosada se ha vuelto a hablar de la recompra de parte de Repsol-YPF, pese a la desmentida que se llevó días pasados el embajador español, Rafael Estrella, tras visitar los despachos presidenciales. No hay que ahondar para imaginar el retroceso que tal decisión provocaría en las relaciones con España. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es uno de los pocos aliados --si no el único-- que el de Kirchner ha sabido granjearse con su intemperancia sempiterna en la dura y reclamante Europa.Por si faltase algo, el gobierno va camino de comprarse un conflicto con Brasil, a raíz del rechazo que el ministerio de Planificación ha comenzado a manifestar hacia la estatal Petrobras. "O invierten o es mejor que se vayan", es el mensaje clarito y sin dobleces que De Vido envió a los dueños de la petrolera, luego de que se quejaran por la imposibilidad de seguir con sus negocios aquí sin niveles interesantes de rentabilidad. ¿Qué dirá Lula? Tal vez mascullará lo que de todos modos ya se perfila como un escenario preocupante en boca de observadores y analistas políticos y económicos. Hoy, los únicos aliados regionales que le van quedando a Kirchner son el peligroso e impredecible Hugo Chávez y su socio menor, Evo Morales. El coronel bolivariano va a profundizar su intervención en los asuntos internos del país apoyado en su montaña de petrodólares, en un tránsito lento pero seguro para quedarse de a poco con retazos de nuestra economía, un supuesto que el gobierno jamás reconocerá.
¿Cuánto tardará Chávez en sugerirle a su dilecto alumno santacruceño que patee el tablero de las relaciones con Gran Bretaña en el caso Malvinas? Es un exabrupto que circuló por estas horas en los mentideros de la política. Conociendo a los actores, nadie puede animarse a entregar una respuesta a tamaño disparate.
En medio de esos enjuagues, un detalle no menor de la política doméstica y de la estrategia del presidente y de su equipo de campaña se ha colado en la escena. Kirchner podría resolver abortar el proyecto Cristina Presidente si hubiera una victoria electoral de Mauricio Macri en los comicios porteños del 3 de junio. El tema ha sido mirado del derecho y del revés tanto en la Rosada como en las tertulias de Olivos, en las que suelen participar Alberto Fernández y Carlos Zannini, además de la propia senadora.
Esos análisis reconocen aportes de operadores políticos presidenciales que hurgan las 24 horas del día en los vericuetos de la política. Para ellos, que plasmaron esas preocupaciones en al menos dos textos entregados a sus jefes, una derrota de Kirchner en la capital a manos del líder de Pro cambiaría drásticamente el escenario político hacia octubre. Modificaría, además, el clima social y hasta la psicología de la oposición, que podría ver en consecuencia lo que ahora no está mirando: es posible vencer al presidente y que juntos pueden ser más. Con Cristina Fernández candidata en semejante escenario, al menos la seguridad de un triunfo en primera vuelta quedaría seriamente comprometido. Kirchner jamás lo permitirá, por simple instinto de preservación. En ese caso, será él nomás el candidato, y probablemente ella termine como la postulante de la Casa Rosada en la provincia de Buenos Aires. ¿Y Daniel Scioli? Volvería al ostracismo, castigado por la furia que le habría provocado a NK la sobreactuación, con provecho exclusivo para el vicepresidente, que tuvo su entrevista con el Papa.
Se dice entre susurros que el lanzamiento de un proabortista como Ginés González García en la capital fue una reacción directamente ligada a ese malestar del irascible Kirchner.

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