martes, 8 de mayo de 2007

LA INSEGURIDAD.-

Día a día mueren decenas de personas en diferentes hechos delictivos, sin que aparentemente nadie tome cartas en el asunto. ¿Por qué los crímenes son tan naturalmente aceptados en la Provincia de Buenos Aires? ¿Por qué, si no se resistió a que lo asalten, mataron a Sebastián, un nuevo nombre que desde Monte Grande recuerda a todos los mártires de este descontrol? ¿Por qué un policía de Neuquén mata a un docente? ¿Por qué un hombre de 71 años abre fuego sobre un vecino que estacionó un colectivo en la puerta de su casa? ¿Por qué ese mismo hombre de la apacible Zárate dispara a la cabeza de Ayrton, también causándole la muerte? ¿Por qué mueren dos policías, como ocurrió ayer, bajo balas del delito en la Capital Federal? Hay millones de otros ejemplos que no terminan en tragedia, por milagro. La violencia está instalada en la sociedad. Se nota, se respira. La pregunta sigue vibrando: ¿Por qué?¿Por qué el viernes pasado en el cine, un hombre le pegó una trompada a otro sin inmutarse, desde su butaca? Lo conté en Sensación Térmica del Domingo.Función de las 22:15 en el Village Recoleta. A 20 minutos de iniciada la película, una mujer se queja a la fila que tenía detrás suyo. -"Por favor, ¿podés dejar de patear la butaca?". - Callate nena, no jodás -La respuesta desde la oscuridad. 5 minutos más tarde: - "¿Te podés dejar de patearme la espalda, flaco? - Te dije que te calles, tarada, y dejame ver la película.Interviene el novio/pareja/amigo/amante de la joven - Che, loco, calmate, no insultes... ¡Pum! Trompada en la cara, pómulo izquierdo del acompañante de la fémina toma color rojizo. La chica se levanta y a los gritos dice "le pegaste una trompada, animal", y se fue corriendo hacia la puerta. El amigo, seguía shockeado, sin responder por la agresión sufrida. El cine entero habia desviado la atención a esta acción porque estaba mejor que la ficción. Hasta un punto, en el que se dieron cuenta de que ¡se estaban perdiendo la peli!. Todos siguieron mirando lo que ocurría en la pantalla, que volvía a ser mejor que lo que la realidad ofrecía. Hasta el agresor estaba concentrado en las andanzas de Leónidas y los espartanos de 300. Alcancé a verlo entre las sombras, pero cuando intenté ir hacia la puerta para comentar el hecho a los empleados, ya se había ido. También se habían ido los agredidos.Volví a la butaca, traté de convencerme de que era inútil el esfuerzo. Hace tiempo la gente dejó de hacer denuncias. Tal vez cuando dejaron de tomar medidas ante el reclamo o lo que es peor, ante la injusticia.

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