martes, 1 de mayo de 2007

ARGENTINA PERONISTA.-

Publicado en Opinion.-
De todas las crisis que atraviesa la Argentina es difícil seleccionar cual es la peor, todas parecen tener el mismo grado de severidad; crisis económica, crisis institucional; crisis social, crisis moral, crisis educacional, crisis política…. uno se termina mareando frente a semejante panorama crítico. Tratarlas todas una por una y en su adecuada dimensión, llevaría varios tomos; sin embargo, en el marco de esta nota, deberemos ser breves y discutir solamente aquellas que, de momento, aparecen como las mas notorias.
Dicho esto, hablaré ahora de la crisis de institucionalidad y la económica, que me parecen de todas, quizás las más preocupantes, hoy por hoy. Para comprenderlas, será necesario enmarcarlas en su adecuado contexto histórico.
En lo que va del siglo XXI, la institucionalidad en la Argentina no parece haber mejorado en nada, sino, por el contrario, empeorarse cada vez más; el peronismo, partido que domina la escena política del nuevo siglo, ha alcanzado un grado de hegemonía tal, que al momento de redactar estas líneas, resulta verdaderamente difícil encontrar -al menos- un partido opositor. Hoy por hoy, la llamada “oposición” aparece fragmentada, dividida y personalizada en sectores enfrentados, en algunos casos, e indiferentes entre sí, en los demás.
El peronismo ha sido, en la historia política argentina, el único partido, al menos que yo conozca, con una apreciable capacidad de metamorfosis ideológica que no se privó de ejercer desde su fundación por el entonces coronel Juan Domingo Perón a mediados de los años 1940, hasta el presente. En efecto, en sus comienzos, el peronismo, bajo la inspiración de su fundador Perón, fue primero, un movimiento fascista (que luego advino en partido político), en su segundo periodo, hacia la década de 1970, devino en marxista; en los años 1990 fue socialdemócrata y ya en el siglo XXI regresa a un marxismo ideológico nostálgico de su pasado setentista. Dedico un capitulo completo de mi libro titulado “La credulidad ” a analizar el fenómeno peronista, por lo cual, no me detendré aquí a explicar la génesis y dinámica de esta metamorfosis, remitiendo al lector interesado a aquella obra.
En todas esas distintas facetas del “fenómeno” peronista, este partido nunca se caracterizó -excepto tal vez y en cierto grado, hacia finales del siglo XX-, por su respeto a la institucionalidad, por el contrario, siempre buscó la hegemonía del poder político y la perpetuación en el mismo de los personajes que eventualmente tuvieron la “suerte” de conducirlo. En efecto, tanto Perón, como sus sucesores, una vez alcanzado el poder, buscaron afanosamente su permanencia continua en el mismo. Para ello, echaron mano a todos los procedimientos antidemocráticos que tuvieron a su alcance, los que fueron, desde las reformas constitucionales (1949 y 1994) pasando por el descabezamiento del poder judicial (cada uno de ellos tuvo su corte suprema de justicia adicta) llegando a un sinfín de medidas menores que sirvieran al fin central: el poder por el poder mismo.
El peronismo del siglo XXI no ha innovado en nada al respecto. Su actual conductor aspira –tal como antes su fundador Perón- al ejercicio de un poder absoluto y totalitario, menospreciador de los derechos individuales y aun podríamos decir, de todo derecho que no sea el suyo propio y los de su banda. En este sentido, el fenómeno peronista es una confirmación (una de las tantas en rigor) de la tesis de Ludwig von Mises, expuesta en sus obras, sobre todo en su libro “Socialismo”, argumento que explica en forma magistral y brillante, el origen socialista del fascismo y el nazismo. El peronismo argentino, es una deslumbrante demostración práctica de la tesis de Mises, se trata de un partido que -según sus diferentes épocas- ha sabido ser socialista, nazi y fascista. Claro esta que al ser un partido político argentino su detentador, estas ideologías (extremas en Europa) han tenido en Argentina un “tinte criollo” que no permitió que llegaran a los excesos alcanzados en el continente europeo, circunstancias históricas y locales lo han impedido, pero en su escala, el daño –si bien menor- ha sido proporcional.
Como otrora Perón, el actual gobierno adopta un nacionalismo exacerbado. Perón se enfrentó (al menos en el discurso) ásperamente a los Estados Unidos de Norteamérica, su consigna fue “Braden o Perón” (Braden era el embajador norteamericano en su tiempo); el actual personaje, hace sus alardes contra el FMI (su moderno “Braden”). Como Perón, el actual gobierno se ufana de su anti-catolicismo (Perón llegó a incendiar iglesias católicas en su segundo gobierno), puntos estos de contacto entre el peronismo y el nazi fascismo.
En lo económico, el primer peronismo (el de Perón) y el actual, tienen muchísimos puntos en común; ambos -otra vez- profesan ese nacionalismo económico que fue el mismo que adoptaron y mantuvieron Hitler en Alemania y Mussolini en Italia; la doctrina económica del nazi fascismo fue el proteccionismo, en América latina se lo llamó “sustitución de importaciones” rótulo inventado por la CEPAL bajo la inspiración del argentino Raúl Prebisch, en suma, eufemismos para suavizar lo que en el fondo no es mas que nazi fascismo económico.
Todo ello acompañado por inflación desbocada, estatismo, controles de precios, disminución de la oferta y de la productividad; desempleo o empleo generado artificialmente, y la resultante de todo ello; mayores niveles de pobreza y una cada vez peor calidad de vida.
A la fecha de redacción de esta líneas, el embate de esta nueva versión del peronismo de izquierda (marxista en rigor, aunque la palabra marxista haya pasado de moda) se concentra en la aniquilación de cualquier clase de oposición política, y la completa absorción del poder judicial dentro de la órbita del poder ejecutivo, algo que también intentó Perón; en suma, se busca la total destrucción de la república, para lo cual, el plan sistemático siempre ha sido el mismo; destrozar la división de poderes y unificarlos en un único poder central; el detentado por el presidente (ya no de la república, porque república es sinónimo de división de poderes) de un estado totalitario.
El gobierno peronista avanza en esa dirección a paso firme. En el camino, va destruyendo las libertades, una a una. Enfrentarlo decididamente y presentarle batalla, va quedando como la única alternativa para salvar al país y restaurar el respeto, el orden y el progreso republicano.-

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